ANÉCDOTAS DE DON PABLO MONGE
Don Pablo Monge era un personaje al que se le atribuyen una serie de anécdotas tradicionales de Pampas, que son contadas hasta la fecha por personas de la edad de oro que peinan canas y están en la tercera dentición. Y es que este personaje ha existido en la vida real, era dueño del fundo Pariacancha que queda cerca de Mantacra y estaba directamente vinculado a Pampas ya que todos sus parientes eran personajes que habitaban en la ciudad y constituían una de las familias más importantes de la zona; era frecuente el dicho:“Pampas, trampas, cuentos, chismes, Monges, Sánchez”
En aquellas épocas, todos los personajes principales eran hacendados, el que menos tenía siquiera su pequeño fundito y se dedicaban en su mayoría a la siembra de productos de pan llevar, algunos a la pequeña ganadería lanar y vacuna y los que poseían sus tierras en las quebradas sembraban caña de azúcar y se dedicaban a la producción de aguardiente de caña. La industria que hizo famosa a Pampas fue la producción de jamones, que eran muy cotizados en el mercado internacional; entre los principales productores de jamón tenemos a los Pacheco, los hermanos Minaya, los Torres, los Guerreros y algunos más. Por esa razón se conoce a los pampinos como kuchimichi lo que equivale a decir “pastor de cerdos”, aunque a la fecha ya se ha modernizado el término y se dice: “porcinólogo”. También abundan los sapos en mi querida tierra, por lo que nos dicen saposaqta ó “guiso de sapo”. Verdaderamente Pampas ha perdido su prestancia y hegemonía en la producción de los deliciosos jamones; los chanchos criollos de abundante carne y poca grasa aún existen, y lo que ha sustituido a los jamones es el tradicional kuchikanka, que es un delicado manjar para los paladares más exigentes.
Cuentan los tradicionistas de aquellas épocas, cuando “amarraban a los perros con salchicha”, los hacendados se pasaban visitandose de hacienda en hacienda para jugar rocambor, y que los cumpleaños duraban siete días que eran: antevíspera, víspera, día, joroba, corcova, respinguete y andavete. Los homenajeados tenían que prepararse con meses de anticipación, ya que tenían que albergar a un ejército de personas que llegaban a caballo y con sus asistentes.
Texto:Cuento de Hernán Canales
Extraído del Blog Cultural
