El Ajenjo

Esa tarde la garúa y el nítido arco iris no se prolongó mucho, apenas duró 1799 segundos y nada más. En ese lapso, Donato se acercó a Donatlda que, en la cabecera del pajonal, donde pacían sus llamas, tejía el multicolor CHUKCHA WATU; como buenamoza estaba llevaba en la espalda una reboza púrpura. El arco iris se pegó a la llamativa prenda de uso exclusivo de las solteras. Donato que había trajinando mucho desde el amanecer, pidió a Donatlda a que le convide su fiambre. Ella, con mucho cariño le tendió el mantel lleno de maíz tostado. – AQAYLLAS, AQAYLLAS- riéndose. Donato, engalanado y agradecido en pleno arco iris comió.
Dos horas después, se abombó la barriga de Donato. Donatlda, golpeó con su índice izquierdo, tin, tin y tin, realmente hinchado lo torturaba; entonces, recordando la receta eficaz de su abuela, acudió al caserón donde reverbera el poderoso AJENJO y, – mastica nomás, mastica más hojas, por favor mastica como si fuese la coca mama- diciendo, logró normalizar la barriguita afectada por el arco iris, aunque Donato – ATATAW HAQQQ, ATATAW HAQQQ…- Diciendo se resistía.
Transcurrido un año, CHINKA, CHINKA… CHINKA, CHINKA…- Donato y Donatlda se fugaron a la montaña verde. Ah, por si acaso, llevaron en su costalillo blanco el bendito AJENJO, para que curen de empacho a su hijito recién nacido.

Texto: Martín Gonzales Taipe.

Fotografías: Martín Gonzales Taipe.

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