Huaytará en medio de la guerra entre Chinchas e Incas

Kon Titika Parte 3

Una semana después, los chasquis llegaron con noticias desde Umay. El capitán Chincha había logrado tomar la fortaleza de Puka Punku y los restos del ejército imperial habían retrocedido hasta Huaytara, donde se habían atrincherado esperando refuerzos y detener el avance de los yungas.
Sin embargo los planes del Chinchay Capac eran otros. Mantener momentáneamente el status quo en la quebrada y reducir a los belicosos aliados de Huáscar en Ika.
Un contingente salió en cientos de balsas transportando tropas hacia el sur. Ika sería tomada a sangre y fuego de ser necesario.
Los Pis-konti fueron informados de las malas nuevas y sin demora llamaron a junta a los principales Curacas del valle.
Allí estaban los Aquixe con sus jabalinas largas. Los Ukullmana y sus masos de piedra. Los Tatax y sus flechas cortas pero mortíferas. Los Tipismanay con sus cuchillos largos. Las mujeres guerreras de Ika Koya con sus hachas de piedra de río. Los Tipaq Ticc y sus mazos de madera. Los Xespe y sus boleadoras de soga de carrizo.
Luego del ritual de sacrificio, el sacerdote Pis-konti entregó las armas del dios Kon al curaca del clan e invocó al señor del caos inicial para su bendición.
Dos horas después y al grito de Ika no se rinde, marcharon para alistar sus tropas y prepararse para la batalla.
El viejo Maica Willca escogió los alrededores de Luqaracca como fuerte principal y el espléndido palacete construido por órdenes de Tupac Inca Yupanqui como armería y centro de operaciones.
Los Chincha desembarcaron al sur, en la desembocadura del río llamado Accomayu (por llevar solo arena la mayor parte del año) y de allí marcharon con destino al encuentro de los ikeños.
Los chasquis y espías informaron de una tropa de cinco mil hombres y otro contingente a pie, desde el norte, con diez mil guerreros más. Una tenaza mortal se preparaba.
Los nuestros dividieron sus ejércitos en cuadrillas, todos con flecheros y lanzadores de piedra ocultos entre los guarangales. Los de infantería en formación de centenas, cada cual con su capitán y sobre ellos sus Curacas.
Los jabalineros iban entre las cuadrillas y las mujeres guerreras a los flancos. Un ejército de ocho mil hombres sumaban y esperaban refuerzos desde las quebradas para defender el valle. Sabían que se jugaban la libertad.
Habían pasado dos días y por fin las tropas estaban frente a frente.
Uno de los capitanes Chincha se acercó a los defensores presentando el reclamo a rendición jurando libertad y el respeto a la vida de todos los hombres si postrados, los Curacas, adoraban al ídolo Chinchaycamac y prestaban fidelidad al Señor Chincha.
La respuesta no se hizo esperar. El Mensajero fue devuelto con el cabello rapado, lo que significaba guerra.

Publicado por: Ica: Atrapados por el tiempo

Oscar Calmet

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