7 de Setiembre – Sexto día de la cabalgata
A las tres de la madrugada se despiertan los hombres de la cabalgata. Con el cuerpo adolorido, los pies y las nalgas sangrantes, muertos de frío, los valerosos
hombres de la tierra del mercurio se aprestan a buscar sus cabalgaduras para reiniciar la marcha. Duelen hasta los huesos, tocar monturas y riendas es como tocar témpanos de hielo.
Se decide cargar en el micro de Nuevo Occoro, que se había sumado al grupo de apoyo, todas las monturas y aperos, todo peso innecesario. Los caballos avanzarían jalados por sogas ligeras. Y no era para menos. La ruta incluía pasar Ticlio, a 4,814 metros sobre el nivel del mar. El sudor era confundido con el olor a mineral. El pito de algunas minas sonaba dándonos la bienvenida. La minas que se dejaban en el trayecto, trajo a muchos recuerdos de los socavones de la tierra huancavelicana. Muchos hermanos dejaron juventud y fuerza a cambio de la silicosis. Muchos hermanos mineros estaban de pié, saludando a los cabalgantes.
¡Huancavelica Qari!, los ecos retumbaban azotando el correr del viento. La nieve perpetua parecía ablandar su frialdad derritiendo sus mejillas cuando el paso y el trotar de los caballos respondían al silencio centralista. Para llegar finalmente de bajada al distrito de Chilca, destino final del día.
Se inició el ascenso avanzando al borde de la carretera. Aún los motores de vehículos reducen en un 50% su potencia por la falta de oxígeno. El oxígeno de los huancavelicanos es la fuerza de su convicción en lo que están haciendo. Todos contemplan las primeras cumbres nevadas, para algunos, es la primera vez que se trasladan a Lima. El frío es controlado por el propio calor del cuerpo sometido a tal presión.
Virgilio Crispín Taipe, Joaquin Riveros Poma, jalan sus caballos sin temores, son autoridades de las comunidade de Ccarhuacc y Sacsamarca, como ellos, Pablo Palomino Lanazca , lo es de Pachacclla, tierras altas que saben dominar. Para ellos, para Paulo Meneces Carbajal, Emilio Sedano Quispe, Domingo Taipe Ataypoma o Emilio Quispe Escobar, las alturas no son un reto difícil. Para ninguno de estos hombres de pura sangre, la geografía adversa, fue alguna vez, un obstáculo. Y si no, que lo digan Francisco Soto Layme o Félix Fernándes Mendez, quienes integran el grupo, como Bernardino Mulato Soto y Benigno Quispe Crispín. 120 Qarikuna, huancavelicanos, venciendo los nevados.
Se detienen para un descanso en Chicchi, algunos se dan tiempo para cambiar herrajes, otros aprovechan la ocasión para unas fotografías. Los camiones a su paso retumban el ambiente con sus bocinas de saludo. Hay confianza en ellos mismos y los caballos pastean sin miedo, tranquilos, como si supieran que están escribiendo una página de la historia. Hay una sensación de orgullo, de paz con la indómita naturaleza.
Retoman el paso para llegar luego a Morococha, asiento minero y distrito donde son recibidos por el alcalde quien les invita una deliciosa y reparadora chocolatada, que cayó como del cielo. El alcalde Salas es el primero de la fila, por allí esta yendo su sombrero que los demás siguen sin discutir, mientras sobre el lado derecho las lagunas reflejan la sombra de los picos nevados. Se polariza también en el reflejo de sus ideales.
Silvestre de la Cruz Taipe, Zacarías Palomino Quispe, Mamerto de la Cruz Quichca, Esteban Benito Crispín, Alejandro Soto Matamoros, Lino Ramos Pérez, Filemón Arteaga Martínez, como todos los demás, saben que detrás de las cumbres está la gran bajada a Lima. Este es el último y gran esfuerzo de una subida y derrepente ven el abra. Esta a punto de conquistarse y dejar atrás un temor que los hombres valientes saben vencer.
Hay entusiasmo, tanto que deciden abordar la altura corriendo, como si no faltaran fuerzas para coronar Ticlio, punto ferroviario más alto del mundo. La prensa nacional había instalado sus equipos para transmitir en vivo el paso de los hombres de pura sepa. Nos sentimos inmensamente orgullosos cuando el “Líder” Salas prestaba declaraciones en el idioma Ingles a una cadena televisiva. Allí se conjuncionaron sentimiento e ideales, cuya carga magnética, en una suerte de osmosis, intercambió sus energías con la corriente de los andes. Ritual que la naturaleza otorga a los hombres que osan vencer injustas resistencias.
El panorama con la mirada hacia el oeste, no puede ser más bello, atrás de esa cadena de enormes cerros, está su objetivo, solo les queda avanzar y así lo hacen al iniciar el descenso, como las vicuñas de los andes, corriendo, saltando, expresando la alegría del espíritu. Pasan Casapalca y pocos kilómetros más les otorga la generosidad de Chicla y de su pueblo con el alcalde a la cabeza. Orlando Soto de la Cruz, les tiene preparado hospedaje, alimentos acompañados del calor popular. Los jinetes de la reinvindicación se sienten como en casa.
Al llegar a Chicla, la montura de Francisco Ticllacuri César se había caído del micro, por lo cual desde allí hasta Lima tuvo que usar su cabalgadura con tan solo un pellón.
FRANCISCO TICLLACURI CESAR, contaba en ese entonces con 40 años de edad, casado con 5 hijos representando el apoyo de su comunidad, de la cual él era Alcalde del Centro Poblado “Union Progreso- Puca cancha” del distrito de Acoria. Hombre aguerrido y político no dudó en aceptar la invitación de participar en la cabalgata con su caballo “Militar” buscando la oportunidad de conversar con el Presidente de la República, pensamiento que lo acompañó desde que salió de Huancavelica.
En Chicla, una comitiva del alcalde Provincial de Lima se entrevistó para asegurarles alimentos y hospedaje. Alberto Andrade Carmona, se hacía presente. Otros alcaldes de distritos de la ruta también se acercaron a saludar y ofrecerles apoyo. Ya lo habían logrado, así lo sentían todos, cabalgantes, caminantes y anfitriones de la ruta. La familia de Daniel Cunya esperaba con una “wallqa” de flores para el estratega Salas. Huancavelica cruzó la cordillera, Huancavelica latía en los corazones de sus hijos y de los provincianos de todo el Perú. Huancavelica se alzaba orgullosa, limpia y majestuosa como los nevados de los Andes.
ALEJANDRO SOTO MATAMOROS, contaba con 27 años, casado con cuatro hijos, realizó todo el viaje a pie. La comunidad del Centro poblado de Ccollpaccasa lo eligió como su representante después de que saliera por sorteo elegido entre tres designados. Joven y aguerrido desoyó la preocupación de su esposa quien presagiaba que algo malo podía suceder y reemplazó ese pensamiento con la firme convicción de llegar a Lima para enfrentarle al Presidente Fujimori la realidad de su pueblo. En Chicla perdió su pantalón y faja por ayudar a sus compañeros y se las agenció para seguir a Lima, poniéndole al grupo su constancia y persistencia.
Diez de la noche, el silencio cerró los ojos de los excitados guerreros. 17 horas transcurrieron esa jornada.