Segundo día de la Cabalgata de los Andes 03 de setiembre de 1997

3 de Setiembre – Segundo día de la cabalgata

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Los gallos madrugadores de Huando empezaron a cantar a las cinco de la mañana, hora convenida para levantarse y preparar la salida. El Alcalde Dávila corría ajetreado para procurar el desayuno de los aguerridos huancavelicanos y por turnos, uno a uno iban satisfaciendo la necesidad de alimento matutino, mientras otros limpiaban e ensillaban los caballos.

Comenzó la marcha con destino final en Acostambo. En la noche, desapareció el alcalde de Yauli, Felix Capani. Para la primera etapa hasta Izcuchaca, enrumbaron por los cerros hasta llegar a la cumbre de Tapana. Las primeras ampollas en los pies de los caminantes todavía no reventaban pero dejaban presagiar su inminente presencia. En Tapana desmontaron los que estaban a caballo, para iniciar un empinado y peligroso descenso hasta la carretera. El camino de herradura con mucho cascajo causó más de un resbalón y los que jalaban caballos volteaban permanentemente a ver sus cabalgaduras, cada vez que el tropiezo, y fuerte ruido de estos, hacían temer una caída que los aplastara. La habilidad de Alejandro Sedano Escobar, o la de Francisco Ticllacuri César, para estas lides eran notables, como la de los demás. Con las piernas temblando por el largo esfuerzo de bajada, terminaron de vencer al enorme cerro a unos tres kilómetros de su temporal destino. Avanzaron por la carretera a las faldas de los cerros Yanama y Sachamarca para llegar a El Vado, para ser recibidos enseguida en Tambillo, por los primeros pobladores. Eran las diez y treinta de la mañana. El entusiasmo de la población izcuchaquina fue tan grande que el cabalgante Alejandro Sedano Escobar refiere que se detonaron tantos cuetes que asustaron a varios caballos que salieron disparados, lo cual obligó a salir tras ellos en su busca, demorando de esta manera la salida de este histórico y hermoso pueblo de Izcuchaca.

ALEJANDRO SEDANO ESCOBAR, contaba con 34 años de edad, casado con un hijo,  era el alcalde del centro poblado de San Juan de Ccarhuacc. Su comunidad le dio el total respaldo para iniciar la gesta lo que permitió que sobre su yegua “Almendra”, representara sin ningún temor a su pueblo. Eran muchas las dificultades que se presentaban en el camino y fue él uno, gracias a su capacidad de líder, quien siempre encontró la forma de superarlas. En su mente estaba la firme decisión de buscar mayores presupuestos para Huancavelica y era consciente de la responsabilidad que asumió con valentía.

El alcalde de Izcuchaca, Pedro Aguirre, los recibe en la plaza, hace una síntesis histórica del valor del pueblo huancavelicano, recuerda las gestas por la defensa de posiciones, en el histórico puente. El puente cruza el río Mantaro, antes llamado Angoyacu, y su ubicación estratégica fue motivo de conflictos bélicos desde la época de los Incas. Los patriotas pelearon contra los realistas españoles durante la independencia, los peruanos al mando del General Cáceres lo defendieron del invasor chileno durante la guerra con el país del sur. Un almuerzo ofrecido les repuso las fuerzas para reiniciar la marcha a las 12.40. Los cabalgantes cruzaron el puente gallardamente, como lo hicieron generaciones anteriores, enrumbándose hacia su destino del segundo día.

El sol era abrazador, la carretera afirmada estaba dura, como piedra, por la continua ausencia de lluvias. En esta etapa no montarían a los caballos, los cuales eran jalados por sus jinetes. El alcalde de Izcuchaca, caminaba al lado del alcalde Salas, se les unió don Quintín Rivera Valdivia. Don Quintín, hombre mayor con domicilio en el distrito de Ascensión es un antiguo aficionado a los caballos de paso. Su corazón huancavelicano y el reto de la cabalgata con sus nobles principios no podía serle ajeno. Sin saberlo aún, después descubriría que su yegua blanca, estaba preñada y aún así llegaría sin dificultades a Lima. Y es que los caballos eran duros y fuertes como sus jinetes.

A las dos y cuarenta, quince kilómetros después, llegaron al caserío de Casma, donde decidieron tomar un breve descanso, saboreando deliciosas y jugosas naranjas. Algunos de los caminantes sintieron que se les clavaban agujas en los pies. Algunas ampollas empezaban a reventar. Los zapatos o las zapatillas de poca calidad, sin medias que los protegieran, cobraron su cuota de sacrificio, pero nadie dijo nada. Nadie se quejó. Que lo digan los Qari cuna como Victor Soto Taipe, Rubén Cuba Santoyo o Andrés Arana Bendezú. A partir de Casma, se alejarían otra vez de la carretera e iniciaron un ascenso por un estrecho camino de herradura, de precipicios profundos, que poco a poco, reducía a la vista el tamaño del río Mantaro, que se iba perdiendo a lo lejos.

VICTOR SOTO TAIPE,  de 35 años de edad, casado con siete hijos, fue elegido por la asamblea de su centro poblado “Chucclliaccasa” y como no tenía caballo, decidió alquilar uno y cumplir de esta manera con el encargo otorgado.  A pesar de no encontrar temor alguno para la gesta, su preocupación durante la cabalgata fue que algo malo pudiera ocurrir, sobre todo cuando en ciertos momentos  no se contaba con alimentos y el hambre hacía presa del grupo.  Hombre juicioso, manejó las situaciones adversas con carácter decidido de alcanzar los objetivos, sin temor alguno supo que su misión era sin duda lograr los objetivos trazados.

Al llegar a la cumbre, el paisaje del otro lado cambió el panorama. Una ancha y hermosa pampa por la que discurría un riachuelo, parecía mostrarles el paraíso, como triunfo o premio, por los esfuerzos de vencer la  quebrada dejada a sus espaldas. Avanzaron contemplando la maravilla de la naturaleza por espacio de una hora más, divisaron a lo lejos, el abra que más adelante tendrían que vencer.

Decidieron entonces descansar por unos breves minutos, que aprovecharon los animales, para pastar y tomar agua.

Se recostaron en el verde del campo, unos echados por completo, otros recostados apoyando las espaldas sobre enormes piedras o apoyados sobre sus codos. Allí estaban en alegre tertulia con el alcalde Salas, Isidro Quincho Ichpas, comunero de Castilla Pata, quien había logrado su cabalgadura “Pepe”, gracias al aporte de dos soles por cabeza, entregados por cada uno de los miembros de la comunidad.

Estaban Agapito Soto Ataypoma de la comunidad de Chopcca, Alejandro Salvatierra Taipe de Musuqcancha, Polinario Vargas Silvestre, dirigente campesino del centro poblado menor de Ambato, Juan Condori Enríquez, también conocido como “El Chacal”, dirigente de Huanaspampa, Nestor Huacho Ichpas venido desde Angaraes y quien se ganara el apodo de “ Botas”, no solo por la prenda utilizada en los pies, más por la extraordinaria capacidad física para caminar.

Recordaban a sus comunidades, a sus familias. El alcalde bromeó sobre las “azucarchas”, jóvenes adolescentes pretendidas por los “Maqtas”. Estos últimos, muchachos comuneros que suelen enamorarlas en las alturas cuando pastan su ganado, utilizando a veces, un pequeño espejo que dirigen inteligentemente al rostro de las bellas muchachas, rebotándoles los rayos del sol a fin de llamar su atención. Un cigarrito, no venía mal. Se alejó Salas del grupo y miró el escenario que se le presentaba maravilloso. Enturbió sus pensamientos, la idea que al día siguiente dejarían por fin, tierras huancavelicanas. No sabía que ocurriría entonces, hasta ahora habían recibido el apoyo incondicional de todas las comunidades y pueblos por los que pasaron. Pero mañana, mañana estarían fuera de su territorio, y no sabía que iba a pasar.

Terminado el breve descanso, montaron sobre los caballos, había que conquistar el abra y detrás de ella, unos kilómetros más allá, Acostambo, el punto de destino de ese día. Al llegar a la cumbre divisaron al otro lado de la quebrada, el distrito al que tenían que arribar, pero mas cercano, en el cruce de dos carreteras, algunos camiones pequeños, camionetas y gente. Era la comitiva de Tayacaja, con el alcalde provincial Amador Chamorro Cano a la cabeza. Los estaban esperando con forraje para los caballos, alimentos y la más enorme sonrisa huancavelicana.

El abrazo de dos provincias no pudo ser más efusivo. También acudió el alcalde distrital Marino Mescua, él sería el anfitrión para la segunda noche. Ante la algarabía del pueblo, ingresaron entre vítores y aplausos. Marino Mescua se comportó como un señor, como un verdadero hermano huancavelicano. Preparó el alojamiento para todos, ofreció una abundante parrillada, sus paisanos ayudaron con los caballos. Que hermoso era sentirse en casa. Las provincias no estaban divididas, tenían un solo corazón, el de Huancavelica.

Durante la parrillada, el alcalde Salas, se dirigió a los presentes en su mesa, los alcaldes que lo acompañaban, algunos de los comuneros como Sebastián Casqui Tapara, Victor Sedano Gonzales de Pachacclla, Teodoro Quispe Silvestre y Valentín Sotacuro Huamán. Les pidió que comunicaran a todos que al día siguiente dejarían tierras huancavelicanas y que probablemente, el apoyo ya no sería igual. Si alguno deseaba regresar, ese era el momento.

La respuesta de todos no se hizo esperar. “ Huancavelica Qari, vamos a Lima “.

Terminada la parrillada, el alcalde acompañado de unos pobladores de Acostambo se dirigió a la posta médica. A fin de prevenir problemas en la espalda, era necesario inyectarse otro desinflamante. Eran las diez de la noche y el puesto policial ofreció algunas camas para los viajeros. El río deslizaba su cauce por las alamedas de la esperanza. Sus riveras cubiertas de cantutas y quinuales aromaban el sueño.  Ese día completaron 16 horas.

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