Primer día de la Cabalgata de los Andes 02 de setiembre de 1997

2 de Setiembre – Primer día de la Cabalgata


Aclaró temprano. A las seis de la mañana los jinetes y caminantes se vistieron con sus atuendos.

Se aprestaban a preparar sus cabalgaduras. Iban por separado a la Plaza de Armas de la ciudad de Huancavelica. Lo hicieron desde las siete de la mañana ante la atenta majestuosidad del cerro Potocchi y bajo el orgullo reinvindicado del cerro Santa Bárbara, quien siglos atrás había soportado la muerte de miles de hombres humildes campesinos, trabajando bajo el yugo de la explotación minera de los tiempos de la Dominación Española, para extraer el Mercurio que se encontraba en sus entrañas. Con ese mercurio que los españoles trasladaban después a los asientos mineros de Potosi, desarrollaban la amalgama necesaria para extraer la Plata, que después acuñada en monedas era trasladada a España en galeones para sostener su dominación en el Continente Europeo.

Mientras tanto, el alcalde Salas, recibía en su domicilio las llamadas telefónicas de familiares y amigos, quienes le pedían, que no inicie la marcha. Colgó el teléfono y decidió no contestar más llamadas, la suerte ya estaba echada. Juan Matamoros Soto de la comunidad de Atalla, cabalgante y encargado del caballo del alcalde, Marco Urruchi, Director Municipal, Pedro Palomino Pastrana, regidor, Ana María Núñez teniente alcalde, Rubén Arana Moyano, Juan Rojas de la Cruz, regidor, Martín Gonzales Taipe y Miguel Cárdenas Sedano, también regidor, elegidos como grupo de apoyo, tienen la última reunión de coordinación mientras se ensilla el caballo blanco de nombre, Acero y empiezan a flamear las banderas celestes. El teniente alcalde y el Director Municipal se quedarían en la ciudad para atender los asuntos ediles.

Se une al grupo Juan Espinoza Ataucusi, dirigente comunal de “Los Angeles de Ccarahuasa”, quien le dice al alcalde que lo acompañará codo a codo, casco a casco, durante todo el trayecto. El alcalde sonríe y le da un abrazo de agradecimiento.

 JUAN ESPINOZA ATAUCUSI, contaba con 38 años de edad, casado con cinco hijos, había sido designado por toda la comunidad. Buen aficionado a los caballos, originalmente eligió a su caballo “Aguardiente”, más luego decidió cambiarlo por otro de sus animales llamado  “Social”. Hombre decidido no escuchó los ruegos familiares para que abandonará la gesta, el se sabía seguro, sin miedo y su pensamiento se concentraba en alcanzar los objetivos trazados, un Qari huancavelicano sobresaliente por su fuerza y tamaño.

Es hora de montar y de dirigirse a la plaza principal, último chequeo al ajuste de la cincha, tomó la rienda sujeta junto a la crin y se alzó posándose en la montura que fuera hecha muy a finales del 1800 por el famoso talabartero de Santo Domingo, Sr. Domingo Chávez, y que le fuera obsequiada por Don Humberto Campodónico, extraordinario jinete de caballos de paso, hijo de un famoso personaje de los primeros años de las décadas del 1900.

Cuenta la historia que Don Humberto Campodónico, padre, y dueño original de la montura, , era un mozo agraciado, propietario del fundo Acobambilla, quien solía conquistar a las niñas guapas del cercado, para luego llevarlas, con la anuencia de ellas, a pasar temporadas con el a su fundo. Padres de familia molestos por estas actitudes rebeldes, solían denunciarlo ante las autoridades, hecho que lo convirtió en un perseguido, por sus actitudes, a veces pendencieras. En una oportunidad, estaba tomando licor con unos amigos en una posada, cuando le informaron que el prefecto de entonces había dictado orden de captura en su contra. Entusiasmado por el alcohol, se subió a su caballo, galopó hasta la prefectura, ingresó al patio central, sacó su revolver y disparó al aire, en un claro reto al prefecto y sus gendarmes. Como nadie hiciera nada por capturarlo, salió a galope, para perderse por otra temporada en su fundo.

Acero, el caballo del Alcalde era blanco de raza mejorada (mescla de morochuco con dos cuartos de caballo de sangre), brioso, y aquel día estaba particularmente nervioso, casi como presagiando que sería protagonista de un evento especial, quien sabe, tal vez de una carrera de caballos, tal vez un jala toro o de su presentación en una fiesta popular. Lo que Salas Guevara sabía era que, con ese noble animal si podía trasladarse los 500 kilómetros que lo separaban de la Plaza de Armas de Lima, la capital del Perú. Acero tenía el coraje y la garra para una aventura de este tipo.

Los jinetes estaban vestidos con sus hermosos ponchos cortos de cincuenta y sesenta picas multicolores, sus pantalones negros de lana, sus coloridas borlas en la cintura y las que se dejan colgar de los chullos. Con sus látigos de cuero trenzado, cruzándoles por el pecho y espalda. Gallardos, sin miedo, con esa mirada que los hombres valientes suelen tener antes de la batalla, donde morir no es el problema. Todos empezaron a saludar al alcalde y su comitiva, mientras que la plaza empezaba a recibir a los paisanos del pueblo y familiares venidos desde las comunidades para despedirlos.

Frente al antiguo cine Sideral construido en 1948, precisamente por el padre del Alcalde, Don Federico Salas Guevara Alarco, un tabladillo mostraba parado sobre el, al sacerdote polaco Estanislao Hoinka, enviado especial del Obispo, monseñor Demetrio Molloy Mc’ Dermott . La plaza estaba llena. Nadie decía nada, a pesar del tumulto de gente, el silencio parecía sudar la angustia de la población. Solo se escuchaba el ruido de los cascos de los caballos, que al repiquetear contra el pavimento, sonaban a tambores de guerra, cuyo eco, parecían recoger los cerros de Oropesa y Santa Bárbara, guardianes legendarios de la ciudad. Desde las alturas, el Señor de Oropesa, miraba complacido a su población, inspirando la oración de los valientes:

 Siempre es difícil ser los primeros
con frecuencia, se sufre la derrota.
Más la hoguera prendida
no se apaga.
Sino, que paulatinamente aumenta
su brillante llama atrae
nuevos y nuevos luchadores.
Llega el momento
en que nuestra causa triunfa, y
entonces los agradecidos descendientes
rendirán tributo de respeto y veneración
a los que encendieron la primera chispa
de este fuego vivificador.
(Juan Rojas de la Cruz, poeta y caminante huancavelicano)
Una primera decepción:

¿Donde están los alcaldes?   Preguntó el burgomaestre Salas. No asistió a la cita ningún alcalde provincial. Se le acercaron entonces los alcaldes distritales de Manta, Cirílo Araujo Matos, de San José de Acobambilla, Mario Camacllanqui Laurente, de Mariscal Cáceres, Jorge Huamán García, de Palca , Rufino Castellanos Curasma el abuelo de la justicia, de Nuevo Occoro,  Emilio Antonio García, de Huachocolpa, Rufino Huamán Gutierrez y el de Ticrapo, Roque Acevedo Montes, quien trajo un pequeño camión de su municipalidad como vehículo de apoyo. Mas adelante se les uniría José Luis Dávila Centeno desde Huando para todo el trayecto y Pedro Aguirre Villegas de Izcuchaca y el alcalde provincial de Tayacaja, Amador Chamorro por intervalos.

Cinco alcaldes provinciales y setenta y cinco alcaldes distritales faltaron a su compromiso. La aplanadora del gobierno central, había funcionado en los débiles de convicciones, en aquellos elegidos por el pueblo más pobre del Perú cuyos nombres son conocidos en cada una de sus comunidades, pero que para la historia huancavelicana es mejor olvidar.

Un coraje a prueba de fuego:

Los cabalgantes y caminantes rodearon entonces al alcalde Salas, todos eran mayormente campesinos elegidos por sus comunidades y anexos, o autoridades de centros poblados menores, al unísono exclamaban desafiantes: “ Huancavelica Qari “ “ Vamos a Lima” “Huk Umalla, Huk Sunqulla, Huk Makilla”. Allí estaban los verdaderos representantes del pueblo, los hombres curtidos por el viento y las tempestades, de nervios templados por la tierra, los que sufren sin miedo, los legendarios hombres que escribieron este capítulo de la historia peruana.

Se acercaron al estrado donde solitario esperaba el padre Hoinka, les bendijo y les entregó una imagen de la Virgen del Carmen de Lircay, patrona y protectora de la cabalgata. El caballo Acero estaba nervioso, movía las patas como los danzantes de tijeras, sostenido de las riendas por Rubén Arana Moyano, permitió que el alcalde Salas tomara el micrófono, sin bajarse del caballo para pronunciar una breve arenga.

“Huancavelicanos, hermanos campesinos, hoy nos toca escribir una página en nuestra historia, llevamos el mensaje de nuestro pueblo, cabalguemos a la gloria, sin miedo, con coraje. Dios está de nuestro lado. Por donde vean mi sombrero, por allí está avanzando la cabalgata”.

Soltó entonces la rienda Rubén Arana, Acero levantó las patas delanteras, como pidiendo campo libre, era la señal del triunfo, y la comitiva inició la marcha, mientras unos globos aeroestáticos, proporcionados por los trabajadores de la empresa de agua SEMAPA gerenciada por Hugo Cortijo, se elevaban al cielo azul. La catedral hizo eco del entusiasmo de la población, redoblando las campanas en señal de despedida. Las mujeres se acercaban a las cabalgantes preocupadas, tocaban los muslos de sus seres queridos, otras rezaban y no faltó quien dejara correr unas lágrimas por sus quemadas y ajadas mejillas. Tomaron la avenida Manchego Muñoz acompañados por la población que los siguió entusiasmada hasta el puente de Santa Rosa, cinco kilómetros al norte de la ciudad. En Santa Ana, los alumnos del colegio nacional Ramón Castilla Marquezado habían alentado su paso. Los caballos relinchaban debajo de la serenidad de sus jinetes.

Cuarenta y cinco jinetes, sesenta y ocho caminantes, un camión pequeño del distrito de Ticrapo, una camioneta municipal de apoyo con cinco personas, salieron de Huancavelica a tres mil seiscientos ochenta metros sobre el nivel del mar, con rumbo a la capital. La camioneta estaba manejada por José Urruchi Morales y llevaba de pasajeros con el encargo de resolver problemas en la ruta, al regidor Miguel Cárdenas Sedano, Rubén Arana Moyano, Leandro Taype Quinto y Patricio Arteaga Napa.

El último en salir fue Joaquin Riveros Poma, en su caballo “Kanú” quien tuvo que apurar el paso para alcanzar al grupo en el puente Santa Rosa en donde sostuvo el siguiente diálogo con el periodismo:

-Imátataq kay asnuwan rinki, supuwan, qepekusqachiki chayanki, le dijo el periodista

-Upallay. Qarim ya chakun, contestó el cabalgante.

JOAQUIN RIVEROS POMA, contaba con 51 años de edad, casado con 7 hijos. Cabalgó representando a una de las comunidades más antiguas de Huancavelica, “Sacsamarca” y a la FEDECCH (Federación de Campesinos). Se lanzó a esta gesta por interés propio y si bien reconoció que tenía temores al inicio por la violencia política vivida en Huancavelica durante casi dos décadas anteriores, también supo en su interior que el hombre valiente es aquel que sabe vencer el temor. Antes de partir sus familiares y amigos quisieron desalentarlo con el argumento de que podían haber muertos, que les faltaría apoyo y que estaría rodeado de peligros, aún así, des hechó opiniones y su corazón huancavelicano decidió cruzar las cordilleras. Dentro de sus principios arraigados considera que no debe haber traiciones en el hombre, que se debe luchar por los pobres y una forma de hacerlo es haciendo conocer el manejo político de los poderosos. Durante toda la cabalgata llevó en su pensamiento que a pesar de todas las dificultades, se tenía que llegar a Lima y lograr el objetivo.   

Nadie tenía dinero, la municipalidad solo había dispuesto los gastos de gasolina para la camioneta y un presupuesto de tres mil soles para emergencias cuyo tesorero era el regidor Cárdenas, el alcalde Salas, llevaba cien soles en el bolsillo, el resto de la comitiva, algunos centavos reunidos entre sus comunidades.

Después de Santa Rosa iniciaron la primera subida pasando por Antaccocha hacia el centro poblado menor de Sachapite, lugar hasta donde los acompañó el regidor Juan Mendoza Mollares. Era un día de sol deslumbrante, tomaron los caminos de herradura sorteando de esta manera la zigzagueante carretera rumbo a su primer destino. El pueblo de Huando, capital del distrito del mismo nombre. En Sachapite tuvieron la primera parada ante la alegría de los pobladores y de los niños del centro educativo 36384.

Después de beber agua y refrescos ofrecidos por la población, enrumbaron hacia Huanaspampa, dejando atrás el bosque de piedras, cuya singularidad de las formas, es la admiración de los que visitan Huancavelica.  La zona de Chupán – Hatunpampa, congregó a campesinos de varias comunidades vecinas quienes ofrecieron nuevamente refrescos, habas y maíz tostado, chuño y choclos para los cabalgantes. Allí descansaron los caballos, aprovechando el tiempo para una primera evaluación. El alcalde Salas prendió un cigarro, en la que el humo parecía señalar el norte y un buen augurio. Los regidores Juan Rojas de la Cruz, Rubén Sánchez Lizana y el jefe del programa de apoyo a comunidades Martín Gonzáles Taype, informaron que el alcalde de Yauli, Félix Capani Ccanto, se les unió por el puente de Santa Rosa y que tuvo una caída del caballo cuando salieron de Sachapite, sin consecuencias que lamentar.

El periodista Teófilo Breña Apumayta,  valiente caminante, aprovechó el momento para registrar en su grabadora las primeras impresiones. Cabe destacar que el señor Breña, estaba convaleciente de un mal que afectaba su salud y fue solo en ese momento, al calor del esfuerzo humano que pudo constatar en todos estos valientes hombres, que tomó la decisión de acompañar la gesta durante todo su recorrido. No había salido de la ciudad preparado para ausentarse ocho días, pero así es como ocurren los actos heroicos, y él, decidió asumir uno. Periodistas del programa televisivo capitalino, “Contra Punto”, estuvieron grabando estos primeros instantes.

Retomaron el camino con rumbo a  Ayaccocha. El entusiasmo se marcaba en la cara de su alcalde delegado Jaime Bendezú Rodrigo, jinete que tuvo la particularidad de llevar prendido al hombro una radio portátil durante todo el trayecto. Junto a el, caminaba con estusiasmo Belisario Meneses Vargas, comunero de Huayllaccoto, quien en repetidas oportunidades se ponía al lado del alcalde Salas, cuando este dejaba su cabalgadura para desarrollar el trayecto a pie. Era tal su vitalidad que el alcalde Salas tuvo que pedirle en más de una oportunidad que redujera la velocidad de su paso, ya que no podía seguirle el ritmo.

Después de Ayaccocha, enrumbaron hacia Quimina, donde los esperaba para unirse su alcalde delegado Maxi Curi Huamaní, cuando los primeros síntomas de cansancio se aventuraban a embargarlos. Allí decidieron bajar la cresta de la quebrada que los separaba de Acobambilla, evitando dar la vuelta por el puente de Palca. Ahorrarían unos cinco kilómetros a pesar de lo escarpado que resultaba sortear este tramo. Las primeras sombras de la tarde los sorprendieron al frente de la quebrada cuando retomaron la carretera rumbo a Huando.

El alcalde de Palca, Rufino Castellanos, muy contrariado le informó a Federico Salas que las poblaciones de Ñuñungayocc, Manchaylla, Huayanay, Palca y otras comunidades vecinas se habían quedado, casi, decepcionadas al evitar el paso de los cabalgantes y caminantes por el puente palca. En una reacción rápida el alcalde Salas y algunos alcaldes distritales se subieron a la camioneta de apoyo para regresar por la pista unos tres kilómetros y encontrarse con sus pueblos. Así lo hicieron para la alegría de los pobladores. Después de un breve discurso, retornaron a Acobambilla.

Allí los estaba esperando el alcalde de Huando, José Luis Dávila quien los acompañó hasta llegar a su pueblo donde el entusiasmo fue desbordante. Les invitó la cena, alojaron a la mayoría en diferentes espacios y los caballos fueron cuidados en el interior de la escuela local.

José Luis Dávila es un buen cantante y junto con su esposa y otros amigos decidieron alegrar a la comitiva con canciones alegres de las serranías:

 Urquchallantam qamuni chachaschay
Qasachallantam qamuni chachaschay
Anquripata pallastin chachaschay
Wamanripata maskastin chachaychay
Ñachu gobierno yachanña chachaschay
Cabalgatapa risqanta chachaschay
Villa llaqtapa risqanta chachaschay
Chachaschay chachaschay chachaschay chachaschay
En Huando los caballos fueron guardados en el patio de la escuela-

Y el Alcalde José Luis Dávila Centeno y su esposa ofrecieron una alegre cena acompañada por guitarras y canciones costumbristas interpretadas por el propio alcalde distrital. Los recuerdos del cabalgante Pedro Palomino Lanazca acreditan la acogida especial que dio el distrito de Huando, tanto por el amable trato como por la acogida que brindó la población.

PEDRO PALOMINO LANAZCA, comunero de 39 años de edad quien cabalgó sobre su caballo “Dorado”, casado y con dos hijos, era el Presidente de la comunidad de Santa Rosa de Pachacclla (Tierra Escogida). En su calidad de ostentar tan alto cargo tuvo el apoyo decidido de todos los miembros de su comunidad y en lo personal fue un cabalgante que en ningún momento reflejó temor alguno. Por el contrario, su visión estuvo siempre clara de llegar a Lima y lograr los objetivos trazados. Hombres de temple como él son los que esta cabalgata necesitaba para mantenerse unida y firme, por ello su decisión y acertada participación, permitió que los huancavelicanos demostraran al país y al mundo entero la realidad de la situación que se vivía en una tierra que dejó de ser desconocida u olvidada.   

 Tarde, ya muy noche, el Alcalde Salas fue a la posta médica para dormir e inyectarse un desinflamante para la columna vertebral. Unos años atrás, los médicos le habían prohibido cabalgar debido a problemas con un disco de la columna en la zona lumbar que en dos oportunidades lo obligaron a internarse en clínicas para tratamiento.

Mientras tanto, el grupo de apoyo recibió los primeros encargos de los cabalgantes. Alcohol medicinal para frotar las patas de los caballos a fin de prevenir inflamaciones. Luego el cansancio hizo presas y la noche, más estrellada que nunca, se hizo dueña del firmamento. Ese día habían iniciado las actividades a las seis de la mañana, llegaron a su primer destino a las nueve y treinta de la noche y se fueron a descansar a las once. Un trajín de 17 horas.  Soñaban a “Mamá grande” hilando, para tejer el arco iris.

Puente Santa Rosa – Primer día de la cabalgata.

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