Dos hechos de gran importancia consolidaron el interés español en sus posesiones coloniales, El descubrimiento de la plata en Potosí y el descubrimiento del azogue (mercurio) en Huancavelica. Aquí la historia según los cronistas de la época.
Mina de Plata de Potosí:
El suceso fue que un indio llamado Guanca pasaba con unos carneros del país (Llamas) y vido unos venados, dos pequeñitos. Salió el indio en su seguimiento, huyendo ellos hacia el poniente harto ligeros y corrido el indio de no alcanzarlos, llegó su tesón a querer trepar por un mal paso, agarrándose a una mata de tola o quinoa para no peligrar, medio arrancase con la fuerza, de modo que le fue obligado asirse de otra y habiendo subido algo, dio con los pies en la mata que dejaba y descepada de la tierra, descubrió la veta de plata, que conoció por ser minero de Porco. Olvidó los cervatillos, sacó muestras del metal, llevólo a su casa, dio cuenta a un amigo suyo, estuvieron juntos poco tiempo, riñeron, aunque sacaron mucha riqueza y Hualpa, que fue el llamado, dio cuenta a Hernando de Villaroel, su amo, de la mina de Potosí y entre ambos la registraron el domingo último de Abril. (“Memorias antiguas y nuevas” del cronista Montesinos fechada el 2 de Febrero de 1544).
Descubrimiento del Azogue:
En la festividad del Hábeas de Huamanga, portaba el guión Amador de Cabrera. Para marchar sin embarazo, entregó su sombrero a un indiezuelo que le servía, hijo de uno de los curacas de su encomienda. Ceñía la copa de dicha prenda un cordoncillo ricamente guarnecido. El muchacho, distraído con las danzas y el bullicio, o perdió o le hurtaron el sombrero. Echólo de menos y temeroso del castigo, huyó a dar cuenta a su padre del suceso. El curaca que profesaba afecto a su encomendero, acudió a verle para significarle un sentimiento por la ligereza de su hijo. Cabrera con cierta filosófica resignación, replicale que si no hubiera perdido el cintillo en semejante ocasión, lo hubiera lamentado aún más. Su interlocutor le repuso que no se apenara, pues él le pondría en camino de hallar una sustancia estimadísima por españoles e indios y que si aquello que extraían Garcés y Contreras con tanto esfuerzo tenía algún valor, él conocía un paraje donde el cinabrio se hallaba en gran copia. Abrazole Cabrera, diciéndole que le quería como a un hermano y asiendo los dos extremos de la cinta de armar, prometió al generoso curaca que serían iguales en todo, como los cabos que tenía en la mano. Sin pérdida de tiempo, marcharon al cerro de Huancavelica, donde el curaca le mostró uno de los socavones explotados en épocas anteriores, ya bastante profundo, de donde extrajo cinabrio en gran cantidad (Anales del Perú del cronista Montesinos referido a 1563) (El curaca se llamaba Ñahuincopa) Extractos del tomo I del libro Historia de Huancavelica. Autor: Federico Salas Guevara
