Al PUEBLO MIO Poema de 1936

Al PUEBLO MIO

Como una alhaja olvidada/ diríase en un magnifico estuche/
Formados con cerros y con la noche/ duerme mi tierra querida.

Una luna inconocida/de blanca faz aclarada/
Hace las veces de broche/ en el mágico estuche.

Mientras que con rápido aliento/ va acariciando el viento/
A las viejas casas que sueñan/ a las Iglesias que meditan.

Uno que otro paisano trasnochador/
Turba el silencio de la calle asolada/
Dando su serenata cual un trovador/
A la mujer de sus ensueños ¡La amada!

Después, la soledad es inmaculada/
El reloj de la Matriz toca su campanada/
Y cansada de resguardar el estuche/
Relevase con el sol, la cándida noche.

Ya son dos, ya son seis y son mil/
Los paisajes que pinta la madrugada/
Como si el pincel de una mano viril/
Fuera trazando una obra inspirada.

Allí, las Iglesias con sus viejos campanarios/
Alzándose gigantes por sobre las casas/
Que van ocultando sagrados misterios/
De la España conquistadora de siglos atrás.

Allí están “Potocchi” y Santa Bárbara”/
Cerros únicos que por su riqueza/
Llamaron “Villa Rica de Oropesa”/
Al pueblo mío que olvidado llora.

Es una tierra encerrada en un castillo/
Cuyo panorama no puede ser más bello/
Cuatro provincias la circundan/
Como cuatro amantes que la cortejan.

Uno va brindándole las exuberancias/
De los inmensos trigales de sus estancias/
¡es Angaráes! Que como un rico banquero/
Le dice.- ¡Aquí tienes mi trigo y mi oro!

Otro le presenta la indescriptible belleza/
De sus lagunas y sus castas cumbres nevadas/
¡Es Castrovirreyna! Celoso de sus vicuñas/
Prefiere brindarle solo el tesoro de sus minas.

Tayacaja, también rompe sus instintos/
Como un apuesto galán sin pretensiones/
Y embriagándose con la miel de sus cañaverales/
Le canta a Huancavelica sus caros sentimientos.

Y por último, los distritos silenciosos/
De Acoria, Conaica, Vilca, más otros muchos/
Como pajes de hermosura clásica/
Resguardan a la “Villa de Huancavelica”/

Quien yace solitaria e inmaculada/
Ante el sensitivo Sol, que la va inquietando/
Ante sus cerros que la van cuidando/
¡Ante su pueblo que la tiene enorgullecida!

Luego, esa misma Luna que sirve de broche/
Reaparece por el claro azul celeste/
A cerrar precipitadamente el estuche/
Para que no se la robe un extranjero amante.

Las estrellas parecen cantar en suavísimo coro/
A la Reina del Mercurio, de la Plata y el Oro/
Mientras que ella es cuidadosamente desnudada/
Por un suave viento que la quiere acariciar acostada,

Una inmensa sábana blanca de nevado/
Adorna el interior de la preciosa caja/
Y como una virgen de senos erectos y dulzura añeja/
Se duerme la graciosa tierra mía, con su pueblo querido.

Autor: FEDERICO SALAS GUEVARA ALARCO

Publicado en el libro “Dos Generaciones” Autor: Federico Salas Guevara
Publicado en “Azogue, Cinabrio, Bermellón o Mercurio” del mismo autor.

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