ANECDOTA COLONIAL «EL SASTRE JUGADOR»
La Villa Rica de Oropesa se desarrollaba rápidamente en 1583 a los pies del cerro de Guancavelica. A su plaza principal, llamada por aquel entonces «Plaza de los Poderes», ingresaban diariamente recuas de mulas o carneros de indias (llamas) trayendo mercaderías desde la ciudad Real (Lima) tales como vino, pan llevar, ropa entre otros productos que eran adquiridos por los más de 240 españoles casi establecidos que trabajaban en las minas, otros 100 buscando oportunidades fáciles de hacer dinero y otro tanto como población flotante o de tránsito, sin contar a la población indígena o a los esclavos negros que ya se comercializaban.
El laboreo del día terminaba con la puesta del sol. En los comienzos, los representantes de la Corona pagaban en pesos de a ocho reales, contantes y sonantes, el Azogue que los industriales mineros entregaban. Había mucho dinero y por consecuencia se gastaba bastante en licores, mujeres de la vida, y el entretenimiento principal lo constituían una gran cantidad de garitos donde se jugaba a las cartas y a los dados.
En una mañana apacible del 16 de julio de ese año, una robusta criolla llevaba a trompicones a su marido a la oficina del escribano Francisco de Bascones, para que formalice en escritura pública una «PROMESA», la cual quedó asentada en la Escritura número 281, folio 402, en la cual Gonzalo de Siles, Sastre de profesión, prometió y se obligó que en todos los días de su vida no jugaría a los naipes, ni dados en ninguna manera, él, ni otro por él y en ninguna cantidad de dinero.
La Historia no nos cuenta si cumplió o no con su promesa.
Federico Salas Guevara Fuente:Catálogo del Fondo de Protocolos Notariales del Archivo Histórico de Huancavelica.
Publicada un año atrás.