IGLESIA DE SANTA ANA

Cuando los Dominicos elevaron a “Priorato” la casa que funcionaba en Huancavelica, en el Convento de Santo Tomás de Aquino, El primer Prior nombrado fue el padre Fray Domingo de Montenegro, quien al llegar, se encontró con que la Orden no tenía iglesia. Puso tanto celo en la construcción de la Iglesia de Santa Ana, que al cabo de tres años estuvo lista (1590 -1593).
El Prior decía sin tapujos, que lo hacía por dos motivos: Uno, para tener donde celebrar los Santos Oficios y el segundo, para tener un lugar donde ser enterrado. Y así fue, él está enterrado en dicha iglesia. Santa Ana fue el primer templo construido después de la fundación de Huancavelica, la portada es de plateresca barroca, el tejado en mojinete está inclinado 35°. Fue construida con piedra entre mezclada, por lo cual resulta algo penumbrosa.
Santa Ana fue el primer barrio que poblaron los españoles, se sitúa al Este de la población, por entonces, la única sección seca, aparte de la del cercado. Toda la región oeste era totalmente pantanosa y fue secándose de a pocos en el tiempo, por la utilización de acequias que se colocaron por todas partes. Era corregidor cuando inició su construcción don Francisco de la Guerra y Céspedes y fue construida en los tiempos del Virrey García Hurtado de Mendoza.

Antigua fotografía que corresponde a la década de 1950. Esta iglesia ya existía en 1590
Fotógrafo: Werner Janoud

IGLESIA DE SANTA ANA
Primer templo levantado en Huancavelica.
Esta foto corresponde alrededor de 1880, antes que se produjeran los deterioros monumentales de inicios del siglo XX. Inició su construcción Fray Domingo de Montenegro al llegar a la Villa de Oropesa en 1590.
Los mineros, ya criollos en su mayoría, aún conservaban una acuciosa fe cristiana, exigidos también por la existencia hasta la época de la emancipación, de los tribunales de la Santa Inquisición.
Entrada la república, si bien la religión cristiana siguió preponderante, ya era poco lo que un ciudadano aportaba para el mantenimiento de templos, esto agravado por la caída de la actividad minera.


La Iglesia de Santa Ana sufrió un desplome a raíz del terremoto de 1687. El terremoto de 1746 trajo abajo una de las dos torres, que se dice existieron
LA VIRGEN FORASTERA
El altar de mayor importancia de la Iglesia de Santa Ana, es el de la Virgen del Rosario, conocido también como el de La Virgen Forastera. Existe sobre ella una tradición escrita por la señorita huancavelicana Carmela Arana, la que presento en síntesis:
El 29 de Mayo de 1575, a unos años de la fundación del Pueblo Rico de Oropesa, notábase gran animación debido a la aparición de una efigie de la Virgen del Rosario, en el solar vecino a la Iglesia de santa Ana. Una multitud de fieles se disputaba el privilegio de llevar en hombros a la aparecida virgen, siendo obligado asistente, junto a lo más selecto de la población, el gobernador del corregimiento, don Francisco de Angulo.
Diversas y contradictorias son las historias que se refieren a la Sagrada Efigie y el de su apodo, siendo la más popular la leyenda que contó una beata de más aleluyas que misa de gloria:
A pocas leguas de Huancavelica existía un caserío indígena que tomó el nombre de “Palla” (Escogida; porque cierto príncipe gentil contrajo matrimonio con la hija del cacique de la aldea). Esta era una seductora muchacha de 20 primaveras a la que llamaban “Sumacchuayta” (Bella Flor). Por los tiempos descubrieron sus habitantes una valiosa mina de plata en un cerro de aquella comarca, gracias a cuyo descubrimiento, progresó notablemente el caserío.
La patrona era Nuestra Señora de la Virgen del Rosario, imagen que el príncipe mandó traer de Quito, razón por la cual la denominaron Forastera. “Como quiera que los fieles descuidaran las buenas costumbres, convirtiendo a la fiesta religiosa con el pasar del tiempo en inmundos bacanales y estando a que se preparaban a celebrarla en 1574, repentinamente hubo una explosión de tierra y agua en el cerro donde se encontraba la mina (Yamampalla), sepultando al villorio y la mayor parte de sus habitantes.
Un silencio absoluto y profundo reinaba en la asolada aldea, interrumpido por aterradores truenos. Los pastores y labradores que salvaron del cataclismo en su temor, dirigieron la mirada al cielo, maravillándose con el espectáculo dibujado en el firmamento, nubes negras cual crespones de riguroso duelo, cubrían las ruinas de Palla. Sobre estas, aparecieron nubes plomizas y más arriba, violetas, anaranjadas, rojas y blancas, mezclándose en movimiento circular. Así permanecieron hasta el mediodía, en que nubes blancas guiadas por resplandeciente estrella se dirigieron al sur, cuyos habitantes de las inmediaciones vieron descender en el Pueblo de Oropesa a la estrella guiadora con una hermosísima paloma de admirable blancura, era ella, “La Virgen Forastera”.
